Por qué tienes que comer más hígado, riñones, corazón, sesos y otras cosas deliciosas.

¿Has visto alguna vez a los leones y buitres devorar un antílope? Lo primero que atacan no es la pierna ni el solomillo, van directos a por el hígado, el corazón, los pulmones, los ojos y todo lo que no sea carne magra.

En efecto, los órganos son las partes más nutritivas de los animales, y harías muy bien en visitar la sección de casquería de vez en cuando si quieres comer más sano. Estos pueden convertirse en tus platos favoritos de ahora en adelante:

Hígado
El rey de las vísceras, hay gente que lo evita porque piensa que acumula toxinas, pero eso no es cierto. El hígado no acumula nada a no ser que el animal esté enfermo o haya sido tratado con hormonas (las hormonas para el ganado están prohibidas en Europa, aunque no en EEUU). Es la mejor fuente de vitamina A, y aporta cobre, ácido fólico, hierro, muchas proteínas y poca grasa. Mejor que sea de animales jóvenes, y nunca lo cocines demasiado, o se volverá duro como el cuero.

Corazón
Es un músculo, y tiene una gran cantidad de proteínas, hierro y poca grasa, además de selenio, fósforo, zinc y vitamina B. Para cocinarlo lo puedes marinar con sal y zumo de limón durante una hora, y después hacerlo a la plancha.

Sesos
El cerebro tiene menos proteína y un poco más de grasa que otros órganos, pero esa grasa no puede ser más saludable. Contiene grandes cantidades de DHA, el ácido graso imprescindible para mantener el cerebro en forma y, además, curiosamente, perder grasa corporal. También aportan vitamina B12. Para cocinar sesos, límpialos bien, déjalos en remojo y después los puedes saltear o empanar.

Riñones
Puedes comerlos sin miedo, porque los riñones tampoco acumulan toxinas. Contienen un montón de vitamina B12, B3 y B6, riboflavina y hierro. Muchas proteínas y poca grasa. Límpialos y déjalos en remojo para eliminar sabores fuertes antes de saltearlos con aceite de oliva.

Foto: chicken hearts de Shutterstock. No reutilizar