Descubre qué te está dejando para el arrastre todas las mañanas.

¿No tienes energía? ¿Te levantas y no tienes ganas de hacer nada? Todos pasamos por épocas en las que la vida parece que pesa el doble. A veces la fatiga es consecuencia de una enfermedad no diagnosticada, mientras que otras veces es que simplemente estás saliendo demasiado de juerga. Si no es así, aquí tienes la lista de los principales ladrones de energía, y cómo enfrentarte a ellos:

Desayunar azúcar

Esta es la causa principal de ese cansancio de media mañana que hace que te duermas sobre la mesa. Olvídate de los cereales y de la bollería. Si desayunas cosas dulces, tendrás energía durante una hora. Pero al cuerpo no le gusta el exceso de glucosa en sangre, y lo suprime de golpe segregando insulina. Así toda esa azúcar se convierte en grasa y tu cerebro se queda casi sin glucosa. Por eso estás aturdido.
Solución: un desayuno abundante, sin azúcar, con proteínas e hidratos lentos.

Demasiado café

El café puede ser un aliado, pero en exceso se convierte en un enemigo. Piensa en el café como si fuera alcohol. Una copa de vino está bien, dos litros de ginebra no. El café hace que el cuerpo segregue cortisol, la hormona del estrés. Después del tercer café del día ni siquiera conseguirás estar más despierto, y puede alterarte el sueño por la noche.
Solución: limita el café a una o dos tazas al día, siempre por la mañana.

No hacer ejercicio

Es un círculo vicioso. Si no haces ejercicio porque no tienes energía, no tendrás energía por no hacer ejercicio. En un estudio sobre personas con fatiga crónica, solo hacer ejercicio suave aumentó su energía en un 20%. El ejercicio por las mañanas (según los casos), puede ser tan vigorizante como un tazón de café.
Solución: empieza ya a moverte, aunque sea poco a poco. Sube escaleras, ponte a correr o apúntate a un gimnasio.

Golosinas entre horas

Cuando te da el bajón después de un desayuno azucarado, ¿vas a la máquina a por una chololatina o unas patatas fritas? Solo estás empeorando la situación, y provocando el siguiente bajón y el siguiente viaje a por golosinas. Olvídate de los aperitivos salados, los dulces, las bebidas energéticas e isotónicas (son como caramelos líquidos), la cocacola, las barritas de cereales y los horribles zumos.
Solución: come cada tres horas, llévate al trabajo el almuerzo y la merienda. Un sandwich integral bien lleno de pavo, una ensalada de atún con tomate o un gran yogur desnatado con fruta son buenas opciones. ¿Frutos secos? Con moderación, un puñado al día como máximo.

Falta de magnesio

Esta es una deficiencia muy común. La falta de magnesio produce debilidad muscular y cansancio. Los antibióticos y los diuréticos pueden llevarse tus reservas de magnesio, así como una dieta pobre en minerales.
Solución: come pescado, verduras, especialmente espinacas, nueces, y si no es suficiente, toma un suplemento en pastillas.

No dormir lo suficiente

No nos cansaremos de repetirlo. El cuerpo, y sobre todo el cerebro, necesitan el sueño para repararse. Es como si tuvieras un coche que nunca pasa por el taller y termina estropeado. La falta de sueño aumenta los niveles de cortisol, que produce estrés, fatiga y además, engorda, ya que favorece la acumulación de grasa.
Solución: duerme. Hay varios trucos que pueden ayudarte, incluso cuando hace calor.

Estrés

El estrés es la madre de todos los males. El cortisol, la hormona que se segrega en situaciones de estrés, desactiva tu sistema inmunitario, por lo que es más fácil caer enfermo. Impide que tu cuerpo use la grasa como energía, y favorece que la acumules. Afecta a tu sueño. Acaba con tus reservas de vitaminas y minerales. El estrés es lo peor.
Solución: respira. Unos simples ejercicios respiratorios pueden ayudarte a controlar la ansiedad. Usa algún método de relajación. Toma un descanso de diez minutos. Sal a dar un corto paseo. Haz ejercicio. La vida es muy corta para estar estresado.